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El niño 44, el thriller más prometedor del verano 2015

Para saber quién es el niño 44 que da título a este thriller ambientado en la Rusia soviética en los meses inmediatamente anteriores y subsiguientes a la muerte de José Stalin, el lector debe llegar a la página 281. Para entonces estará tan enganchado en la historia que nadie podrá hacerle apagar la luz, si es que duerme acompañado.

No vale ir directamente a la página 281. No porque no esté permitido hacer trampas de lector ávido de soluciones, sino porque se habrá perdido una de las tramas más complejas y absorbentes que ofrece el panorama veraniego de libros para leer en una sola sentada.

Tom Rob Smith abre la narración en el invierno de 1933. El genocidio por hambruna en Ucrania. Una mujer se dispone a morir y su último pensamiento es para su gato, al que ha logrado salvar de enriquecer los flacos guisos de los vecinos del pueblo manteniéndolo bien escondido. Muerta la dueña, el gato escapa. Inocente criatura.

Salto temporal. Otro invierno, el de 1953.  Una bola de nieve da de lleno en la nuca de Jora. La ha lanzado Arkadi, su hermano menor, de cinco años.

Aparece Leo Stepanovich Demidov. Atleta frustrado por la guerra, héroe nacional, hombre de acción y obediencia, premiado con un puesto en la policía secreta del régimen: el MGB. El verdadero protagonista de este thriller.

Hay muchas infancias malogradas en El niño 44, pero ninguna tanto como la de Leo Demidov, en un país y en una época en que el dogma oficial era que nadie quería más a los niños que el camarada Stalin.

Leo no es el espía al uso en los bestsellers internacionales. No es culto. No es cínico. Ni siquiera es demasiado inteligente. Eso sí, es guapo. En él, lo que cuenta es el músculo y la lealtad. Lealtad al régimen, por el que ha arrestado a más personas inocentes de lo que su conciencia quiere reconocer. Lealtad a Raisa, la mujer con la que se ha casado pero con la que no comparte ninguna intimidad, aparte de la carnal. Lealtad a su padres. Y a las ideas de la Revolución.

Es difícil simpatizar con Leo. Se parece demasiado a cada uno de nosotros: una conciencia aplastada por la necesidad de comprar previsibilidad en un mundo imprevisible. Y es justamente por eso que su trayectoria vital a lo largo de la novela resulta tan cercana. Un hombre en busca de sí mismo que, cuando se rebela contra la maquinaria que lo ha convertido en un feliz integrante de un paraíso artificial, ve cómo la maquinaria en la que está metido transforma sus buenas intenciones en pesadillas orwellianas.

Hay niños que mueren en extrañas circunstancias, pero en la Rusia soviética no hay asesinatos. Los únicos crímenes admisibles son los ideológicos, perpetrados por los enemigos del pensamiento dominante. Y los asesinatos que los penalizan no son tales, solo irradiaciones de la defensa del paraíso de la sociedad nueva. Leo comparte esta ideología. Abandona a los amigos que le piden investigar la muerte del pequeño Arkadi y prefiere lanzarse a la captura de Anatoli Brodsky, un veterinario judío acusado de ser espía de potencias exteriores.

En los mundos paranoicos, en los cuales la confianza está tan garantizada como el sistema de vigilancia, ni siquiera ser miembro destacado de la policía secreta te deja fuera de sospecha. En ese invierno de 1953, Leo se ve obligado a espiar a su propia mujer, Raisa, acusada de espionaje por un testigo improbable. Y acepta la tarea. De no hacerlo, estaría poniendo en peligro su propia vida y la de sus padres.

Como sucede en los mundos paranoicos y extorsivos, una vez que se ha cedido a una demanda solo cabe esperar más demandas, hasta llegar a lo imposible. Así, Leo y Raisa terminan castigados —no con el gulag, porque también el poder sabe ser generoso— sino con el exilio de la apetecida Moscú y del todopoderoso MGB.

A 800 kilómetros de la capital, degradado y con una relación matrimonial destrozada por la desconfianza mutua, Leo se encuentra con el asesinato de otro niño, similar al que se negó a investigar en los tiempos felices de Moscú. Decidido a ser un hombre digno de Raisa y a no permitir que condenen a un inocente, Leo reabre el caso para descubrir que la máquina no perdona. Sus esfuerzos por tener una conciencia fuera de la colmena terminan en una purga que afecta a 150 homosexuales de la ciudad estalinista de Voualsk. Ciento cincuenta inocentes.

¿Cuántas muertes de inocentes puede soportar un hombre bueno, por mucho que sus cuestionamientos estén acallados por la adaptabilidad al sistema? La respuesta está en el niño 44.

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Leer el libro

La película basada en esta novela, producida por Ridley Scott y dirigida por Daniel Espinosa, se estrena en estos días en España. Tal vez no le hace justicia. En 24symbols esperamos que, sin embargo, los lectores se atrevan con un thriller digno de perder varias horas de sueño para acabarlo. El thriller más prometedor del verano.