Join us on a literary world trip!
Add this book to bookshelf
Grey
Write a new comment Default profile 50px
Grey
Subscribe to read the full book or read the first pages for free!
All characters reduced
La vorágine - cover

La vorágine

Jose Eustasio Rivera

Publisher: Linkgua

  • 2
  • 3
  • 0

Summary

La vorágine (1924) es una novela naturalista de José Eustasio Rivera que relata la aventura de Arturo Cova, quien en una huida alucinante se interna en Los Llanos orientales, extensa región de ríos caudalosos, donde pierde a Alicia, su amante. El afán de recuperar a Alicia lo llevará a la Amazonia colombiana donde Arturo conocerá la esclavitud de los trabajadores del caucho. Su viaje es un descenso a un infierno particular. Los protagonistas de La vorágine son la selva, sus rituales y la lucha por la supervivencia.
Available since: 07/09/2014.

Other books that might interest you

  • El duende del jardín y otros cuentos - cover

    El duende del jardín y otros...

    Willa Cather

    • 5
    • 11
    • 0
    La colección de cuentos The Troll Garden and Selected Stories fue el primer libro de ficción de Willa Cather y tan relevante hoy como en el momento de su publicación en 1905. Es curioso que ese duende, o troll, que aparece en el título original, no salte a nuestro encuentro en ninguna de las historias, todas ligadas a personajes que aman las artes y cuyas vidas se relacionan con sus diferentes expresiones, por lo que quizá solo se haga visible ante nuestros ojos considerando su sentido metafórico: el duende, el genio o la inspiración que se revela como un fantasma tras la invocación de cualquier forma de arte.
    Show book
  • Te di ojos y miraste las tinieblas - cover

    Te di ojos y miraste las tinieblas

    Irene Solà Saez

    • 2
    • 31
    • 0
    Una novela desbordante, llena de historias y personajes malditos más allá del tiempo.  
    ​Escondida entre riscos lejanos, en algún remoto lugar de las Guillerías transitado por cazadores de lobos, bandoleros, emboscados, carlistas, hechiceras, maquis, pilotos de rally, fantasmas, bestias y demonios, la masía Clavell se agarra al suelo como una garrapata. Es una casa, sobre todo, habitada por mujeres, y donde un solo día contiene siglos de recuerdos. Los de Joana, que para encontrar marido hizo un pacto que inauguró una progenie aparentemente maldita. Los de Bernadeta, a quien le faltan las pestañas y, de tanta agua de tomillo que le vertieron en los ojos cuando era una niña, acabó por ver lo que no debía. Los de Margarida, que en vez de un corazón entero tiene uno de tres cuartos, rabioso. O los de Blanca, que nació sin lengua, con la boca como un nido vacío, y no habla, solo observa. Estas mujeres, y más, hoy preparan una fiesta.
    Show book
  • La mujer de blanco - cover

    La mujer de blanco

    Wilkie Collins

    • 0
    • 7
    • 0
    Una noche, en un cruce de caminos en las afueras de Londres, un joven y modesto profesor de dibujo tiene un encuentro con «una mujer sola, vestida de blanco», de «rostro exangüe», que le pide ayuda para encontrar un ca-briolé. Apenas dos minutos después, un carruaje con dos hombres se detie-ne para preguntar por una «mujer de blanco» que acaba de escaparse de un manicomio.
     Este es el inicio de una trama endiablada en la que el pobre profesor tendrá que lidiar con una conspiración inimaginable, «en una lucha sin es-peranza contra nobles y poderosos» cuyas víctimas son dos mujeres aterro-rizadas, empequeñecidas,  privadas de legitimidad. Entre un repertorio de personajes muy collinsiano –baronets corruptos, terratenientes hipocondria-cos, beatas anglicanas, italianos pintorescos, madres sin piedad– destacan dos figuras inolvidables: la intrépida Marian Holcombe, «una mujer entre diez mil en estos tiempos triviales», y el conde Fosco, que, con su poderosa voz de bajo, su cacatúa y sus ratones, se convertiría enseguida en un mal-vado fundamental de la literatura del XIX. La mujer de blanco (1859-1860) –que aquí presentamos en una nueva traducción de Miguel Temprano Gar-cía– fue el mayor éxito de Wilkie Collins, hasta tal punto que no tardaron en aparecer perfumes, capas, sombreros y hasta valses y cuadrillas con su título. Brillante y novedosa en su estructura, que confía el relato a varios narradores, como testigos en un juicio, en ella el mismo acto de narrar está dramatizado y forma parte de la acción: a veces se reviste de peligro, a ve-ces es un instrumento de salvación, siempre un medio para establecer la verdad.
    Show book
  • El puente de Alexander - cover

    El puente de Alexander

    Willa Cather

    • 6
    • 8
    • 0
    Bartley Alexander anda ya por la mediana edad y es un ingeniero de éxito, un hombre hecho a sí mismo, admirado por los puentes que construye. Casado con una mujer culta y rica, vive en una bonita casa en Boston y parece también tener una feliz vida conyugal. Pero en un viaje a Londres vuelve a encontrarse con un antiguo amor, Hilda Burgoyne, a la que conoció en París cuando era estudiante –entonces «fue la juventud, la pobreza y la cercanía, todo era joven y amable»− y que ahora es una actriz famosa. El reencuentro reaviva «la energía de la juventud que debe reparar en sí misma y pronunciar su nombre antes de desaparecer». A los dos las cosas les han ido bien; sin embargo, quizá no hayan agotado sus posibilidades. 
    El puente de Alexander (1912) recrea la intensa sensación, cuando a uno le amenaza ya «la desganada fatiga», de verse acompañado por «su propio ser juvenil», que posiblemente acabe siendo «el más peligroso de los acompañantes». Willa Cather no guardaba –como se ve en dos textos que figuran como apéndice a este volumen− muy buen recuerdo de esta su primera novela: le parecía demasiado deudora de los autores que admiraba, Edith Wharton y Henry James. Pero lo cierto es que hay en ella, en su estudio de una doble vida, toda la excitación y la fatalidad y todo el talento para la introspección que caracterizarán su obra posterior.
    Show book
  • La pobre señorita Finch - cover

    La pobre señorita Finch

    Wilkie Collins

    • 2
    • 6
    • 0
    A través de la mirada de una genial narradora, madame Pratolungo, republicana ar-diente que una vez vivió sólo para «el sagrado deber de derrocar tiranos» y ahora se ve en la necesidad de contratarse como profesora de piano y dama de compañía, La pobre señorita Finch (1871-1872) cuenta la historia de una joven ciega, «tan franca como intrépida», que, en el trance de recuperar la vista, se encuentra en el centro de una red de mentiras piadosas y engaños malignos tejida por los dos hermanos gemelos que es-tán enamorados de ella. Intrigas, conspiraciones y un tremendo «laberinto de mentiras» ponen a prueba la fidelidad y la entereza de una mujer que, acostumbrada a tener la vista «en las yemas de sus dedos», y abocada ahora a un tortuoso desequilibrio entre la visión y el sentimiento, acaba renegando del don que gracias a la medicina ha recobra-do. En esta novela, Wilkie Collins explora anticipadamente algunos de los hallazgos de la moderna psicología de la percepción, a la vez que construye una historia de amor y rivalidad sumamente anómala y compleja, que mezcla inusitadamente su talento para el realismo doméstico con la irreal atmósfera de los cuentos de hadas. La novela es además una cumplida y muy collinsiana lección narrativa sobre la culpabilidad y la incoherencia de un punto de vista que busca, pese a todo, la exactitud.
    Show book
  • El sendero en el bosque - cover

    El sendero en el bosque

    Adalbert Stifter

    • 31
    • 80
    • 0
    Narrada con sencillez y frescura, "El sendero en el bosque" es un sorbo de agua de fuente en un día de calor. Un libro lleno de inocencia y sobriedad, pero también de una profunda sabiduría no exenta de destellos de mordacidad, para paladares acostumbrados a los mejores vinos.«Hay que advertir que el señor Tiburius, de joven, era un gran mentecato.» Estas palabras son la carta de presentación del neurasténico, solitario y misántropo Tiburius Kneight que, hastiado de todo e instalado en una vida de lujo e indolencia, decide visitar un balneario siguiendo los consejos de un doctor algo chiflado que nunca receta medicamento alguno a sus pacientes. Porque, ¿quién creería a un doctor que prescribiera un paseo por un bosque, una caja de lápices, un cuaderno de dibujo, una cesta de abedul y una campesina que recoge fresas?
    Show book