Lengua de los secretos, lengua de los afectos

¡Otra novela sobre la Guerra Civil! ¿No teníamos ya bastante? Pues no. La lengua de los secretos, de Martín Abrisketa, ni es novela ni va de la Guerra Civil, aunque transcurra en esos tiempos y esté ficcionalizada. Es la crónica desesperada de la memoria de un padre que se va, escrita por un hijo en la lengua de los afectos, ese alambre de espino que ata las vidas de las generaciones.

Martín Abrisketa padre y Martín Abrisketa hijo nunca se llevaron bien. Pertenecen a esa raza de machos españoles que prefiere fruncir el ceño antes que mostrar una emoción, o tocar el piano quedamente y a solas antes que derramar una lágrima o aceptar una mano solidaria en el dolor.

Un buen día, Martín padre se mostró en toda su fragilidad, ya cerca de los 90 años, en la cama de un hospital. Y Martín hijo entendió que podía perderlo sin haber sabido quién había sido. Así comienza la historia de este viaje por la memoria de un padre que se convierte en niño en sus recuerdos y las tornas se dan vuelta. El padre al que se trata de usted, el hombre que ha mantenido siempre las distancias y ha ejercido su despotismo patriarcal, se transforma en Martintxo.

Martintxo, sus amigos y la guerra

Martintxo nació en un caserío de Viscaya poco antes de que estallara la Guerra Civil. Las Peñas estaba llena de agujeros mucho antes de los bombardeos de la Luftwaffe. Porque era un centro minero relativamente próspero, que recibía inmigrantes y tenía suficientes recovecos, cuevas y escondites como para hacer de una infancia pobre un paraíso.

Cuando la guerra llega, Martintxo la interpreta desde su peculiar perspectiva de niño soñador. El piloto del caza alemán que hace los reconocimientos antes de que empiecen a caer las “botellas explosivas” del cielo es, para Martín y sus amigos, El Abuelo. Y hasta se sienten orgullosos cuando un día los saluda de lo alto ese protagonista de los acontecimientos. Los tres compinches jamás acompañan a sus padres al refugio, porque no quieren perderse el espectáculo de los diminutos aviones soviéticos asediando, con escasa suerte, a los grandes bombarderos de la Luftwasse.

La cometa blanca

Los niños juegan a la guerra y a la pelota y remontan cometas en medio del apocalipsis. Martintxo tiene una de color blanco, que ha fabricado como se fabrican los juguetes en la guerra: con los restos. Y un día, por apenas unos segundos, El Abuelo cree que la población de Las peñas se ha rendido cuando la ve volar entre la multitud. Pero enseguida entiende que no es una señal de derrota ni un pedido de paz: Martintxo corre con ella a toda velocidad en sentido contrario de la multitud que huye a guarecerse y el oficial alemán entiende que quien la lleva es el niño que pide sueños.

Junto a los juegos, en una yuxtaposición que atenaza, se establecen el hambre, las despedidas, los afectos perdidos o congelados, los muertos en el frente, el destrozo de Guernica, la soledad, el dolor. La gran hazaña narrativa de esta crónica de la memoria de Martín Abrisketa padre es esa cometa blanca, que vuelve a sobrevolar el texto: esta vez sí en señal de paz entre un padre y un hijo que han debido esperar toda una vida para reencontrarse.

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Leer el libro

La lengua de los secretos, de Martín Abrisketa. Roca Editorial. Barcelona. 2015

Otros libros sobre padres e hijos: Vida de familia, de Akhil Sharma. La muerte del padre, de Karl Ove Knausgård. Padres e hijos, de Iván Turguénev